Instalado en el imaginario colectivo del país está la idea de que la independencia se celebra el 18 de septiembre, más allá de que en dicha fecha Chile no se independizó sino que se dio su primera forma autónoma de gobierno, la Junta Provisional Gubernativa del Reino a nombre de Fernando VII, y es más, ni siquiera fue la única fecha en que se “conmemoraban” las fiestas patrias a principios del siglo XIX, pero que habría sido escogida así por permitir el adoctrinamiento popular de un pueblo entonces, ignorante.
Las tres fiestas “cívicas” por la independencia.
En efecto, el Cabildo de 400 vecinos aristócratas criollos que se reunió en 1810 en Santiago dio paso a la Primera Junta de Gobierno, que no tendría ningún ánimo independentista, sino que fue algo que se dio a causa de los hechos que se desarrollaban en España, donde Fernando VII había caído preso por Napoleón.

Sin embargo si se reconoce que esa Primera Junta fue el primer acto de autonomía y de creación de nuevas formas de organizaciones políticas, como el Congreso Nacional -para incorporar a las otras ciudades-, símbolos nacionales como la bandera y escudo que más tarde tendrían cambios, así como el nacimiento de instituciones como la Biblioteca Nacional y el Instituto Nacional, todo propuesto por el pequeño grupo aristocrático criollo que deseaba mayor control político aprovechando la idea del nacionalismo, no por iniciativo de lo que se puede conocer como pueblo en ese entonces.
Así este acto que marcó el inicio del proceso de independencia de la elite culminaría el 12 de febrero de 1818 con la proclama de Independencia firmada por Bernardo O´Higgins que escogió dicha fecha por la victoria de la batalla de Chacabuco el mismo día pero de 1817, pero junto a estas dos fechas se sumaría el 5 de abril de 1818, cuando en la batalla de Maipú se consolidó el proceso independentista.
Las tres fechas mencionadas hasta 1837, eran las grandes efemérides del nuevo país, lo cual cambiaría en ese año luego de, según historiadores, distintos motivos, económicos, sociales, culturales y políticos, pero jamás tuvo como fin alterar las bases desiguales y polarizadas impuestas por los imperios europeos que, en principio colocaban arriba a los conquistadores por sobre la gran masa indígena y de origen africano, y que luego con el cambio de régimen por las guerras de independencia no sufrió cambio radical alguno, sino que los mantuvo siendo germen de la violencia que a lo largo de la historia del país se registra contra los y las trabajadores y otras naciones como el pueblo mapuche, siguiendo principalmente la idea portaliana de la disciplina a los sectores populares por medio del horror de la ley, la policía, la cárcel, el castigo físico, etc.
El 18 de septiembre como “fiesta patria”.
En primer término si bien el 5 de abril de 1818 marcó la consolidación de la independencia cuando en Maipú los criollos derrotaron a las fuerzas realistas, ésta fecha hoy en día no despierta ningún festejo. Lo mismo sucede con el 12 de febrero en donde O´Higgins realiza la proclama de independencia.

Para Gabriel Salazar, si bien dicha batalla marcó el desligue de la Corona “lo realmente importante es lo que vino después” (…) “Nos independizamos de España pero ¿qué vamos a hacer con nosotros? Ese es el problema, cómo construimos un país libre (…) De eso no se habla mucho” opina sobre la importancia de la consolidación de la República.
Por su parte el doctor en historia, Pablo Toro, señala que hasta antes de 1837, cuando se decretó el 18 como la única fecha de festejo, sí se celebraban las tres fechas pero todo fue cambiando por parte de las autoridades a través de decretos presidencial, y agrega, la conciencia popular, dicha decisión la habría motivado el “equilibrio de poder civil y militar. Entonces, para tratar de poner al poder civil, y básicamente al poder civil de la aristocracia o la oligarquía, por encima del poder militar, se potenció más el 18 de septiembre que en el fondo era un momento político y no militar. El 5 de abril que era un momento militar”.
El académico Francisco Javier González agrega a esta idea que “Para nosotros la celebración de la independencia no está relacionada directamente con una batalla. En un principio lo estuvo, pero después no”
Otro dato que agrega Toro a que finalmente fuera definitivamente el 18 de septiembre la única fecha por sobre cualquier otra tendría conexión con las figuras de San Martín y O´Higgins “O sea, en el fondo, si se quería construir un mito republicano, conservador o civil, había que sacar del escenario o tratar de disminuir la figura de O’Higgins. Él estaba exiliado desde 1822, se había autoexiliado y no volvió a Chile nunca” (…) “Haber establecido como fecha oficial el 5 de abril, habría sido algo así como poner también a San Martín en el centro de la independencia” y sentenció que “Ante esta situación los grupos conservadores prefirieron darle más relevancia al ’18′”.
Lo mismo plantea el historiador Alfredo Jocelyn-Holt, el que afirma que fue Portales quien tomó la decisión de radicar en el 18 el día nacional ya que así se rompía con la asociación a O´Higgins y su proclama de independencia el 12 de febrero de 1818.
La académica de la Facultad de Historia de la U. Católica, Lucrecia Enríquez, explica que “El argumento fue que, en realidad, la primera libertad se había declarado el 18 de septiembre y que con una sola fiesta cívica bastaba. Se empezó a celebrar así a lo largo del siglo XIX y entró de esa manera en la memoria histórica nacional. Pero es un error grave de contenido y una omisión”. Además que “El Presidente Prieto y Portales veían como una amenaza a O’Higgins, no querían que volviera, porque estaban ellos en el poder y tenían una política que consideraban más republicana y más liberal que la que había inventado él. La fiesta se eliminó porque era un foco de manifestación antigubernamental”.
A esto, agrega Cristóbal García-Huidobro, se suma en parte la fuerte influencia de iglesia en aquella época “En febrero y abril había una lógica de celebración, de alegría colectiva. El tema es que eran fiestas que estaban cerca de la Semana Santa, que era de recogimiento. Eso implicaba que este tipo de celebraciones no se avenían, que era poco conveniente”

La historiadora Paulina Peralta, autora del libro ¡Chile tiene fiesta! El origen del 18 de septiembre (1810-1837), plantea razones más políticas y económicas para que finalmente en 1837, el 12 de febrero y el 5 de abril fueran eliminadas como fechas de conmemoración de la independencia.
Peralta señala que en su momento cuando se festejaban las tres fechas, los costos eran asumidos por gobiernos municipales, quienes debían promocionarlas y financiarlas, lo cual era muy oneroso, por lo que a la larga habría influido en que se impusiera un solo día durante el gobierno de José Joaquín Prieto y a su ministro Diego Portales.
El 12 de febrero también habría sido eliminado a causa de que en esas fechas las “familias regresaban a sus haciendas por la época estival, sobre toldo quienes organizaban las festividades.”
Pero Peralta señala que la razón de peso finalmente para cristalizar las fiestas patrias en el 18 de septiembre fue porque esta manifestación festiva “se fue convirtiendo en un instrumento del poder dirigente capaz de hacer nación “desde arriba”, así como un espacio privilegiado para que la sociedad en su conjunto experimenten la idea de ser nación”.
Portales, consciente de esto y con mucho pragmatismo, notó que estas fechas servirían para su idea de sentido “patrio”. En especifico, afirma al académica e investigadora María Eugenia Albornoz Vásquez comentando el libro de Peralta: “…es claro que el desarrollo de esta fiesta y los símbolos que se le han ido anexando han contribuido de manera sustancial a la cohesión de la llamada chilenidad. Las dos instancias de adoctrinamiento popular se cumplen: se trata de “exaltar divirtiendo” y “educar deleitando” (…) a un pueblo ignorante que sin embargo es necesario que ame a su patria y que esté dispuesto, mediante ese cariño inculcado, a dar la vida por ella si es necesario. La reunión del deber y del compromiso, tamizado por los sentimientos amorosos hacia una entidad física y geográfica, se logra mediante la utilización estudiada de las celebraciones, la alegría, los juegos, los desfiles, la ceremonia, los discursos, las bebidas alcohólicas regaladas y luego vendidas a precios cada vez más altos, los fuegos artificiales (o juegos de luces) y una serie de otros dispositivos que contribuyen a “hacer sentir” a los hombres y mujeres que asisten, que se admiran y que festejan reunidos, que son parte de una gran familia que celebra el terruño”.