Obesidad, un problema de los más pobres.

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Hace algunos días el tema obesidad volvió a estar en boca de todos luego de que circulara un nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que sitúa a Chile como el país con la más alta prevalencia de Sudamérica en obesidad en mujeres. Dice el estudio “Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional de América Latina 2017”, que un 32,8% de las mujeres mayores de 18 años presenta esa condición. Esto complementado con el dato de que Chile ha multiplicado velozmente la tasa de obesos entre su población. Hoy, en nuestro país, siete de cada diez adultos tiene sobrepeso.

Al respecto muchas son las interrogantes cobre las causa y el porqué de la faltar de preocupación política sobre el tema, siendo una de las razones de peso el que sean los más pobres los más afectados y no los que tienen más ingresos, entre ellos la élite política, lo cual explicaría la inexistencia de propuestas para revertir lo que en el mundo ya es considerado una nueva pandemia;

Ahondando en esto es que un artículo de Radio U. De Chile señala;

Cambios culturales, en las normas del trabajo, en el tiempo libre y ausencia de políticas públicas para promover una sana alimentación son parte del problema, pero vamos por parte:

Desde 1990 en adelante nuestro país vivió un acelerado proceso de desarrollo, algunos símbolos de “la vida moderna” comenzaron a emerger en los paisajes de Chile y el continente. Así, cada vez se hacían más comunes los restaurantes de comida rápida, al paso, llenos de hamburguesas, papas fritas, completos y helados, ofrecidos a bajo costo para esas nuevas capas sociales antes privadas de almuerzos pagos fuera del hogar.

La rapidez de movimiento, las largas horas de trayecto entre la casa y el trabajo, como consecuencia del aumento del parque automotriz, las condiciones laborales y la jornada completa en educación vinieron a completar el “caldo de cultivo” para la hoy descontrolada realidad.

De la mano de esta verdad, vino la normalización de la gordura, sobre todo en las clases sociales de menos recursos.

¿Es casual que sean los pobres los más obesos? Claro que no. El estudio de la FAO es lapidario en su diagnóstico: al igual que el hambre, el sobrepeso es un problema de desigualdad. Una persona que gana el salario mínimo en Chile gasta aproximadamente el 30 o el 40 por ciento de su sueldo en alimentación, algo que contrasta con el 12 por ciento que gastan quienes más ganan.

En medio de esa realidad, llama la atención que –hasta el momento- de la larga lista de aspirantes a los cargos de representación popular, no se hayan escuchado propuestas o promesas para lograr un cambio de hábito y, así, lograr prevenir el desastre sanitario que se nos avecina.

Tal vez el problema es que la obesidad es, principalmente, un problema de pobres. Por ende, una realidad invisible en los sectores que toman las decisiones.

Alimentarse no solo es un problema de gustos, sino también de salud. Las principales causas de muerte de nuestros compatriotas se asocian a sobrepeso.


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