[MEMORIA] Un 15 de Agosto de 1974 era detenido el profesor y militante del MIR, Ricardo Troncoso.

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Homenaje a Ricardo Troncoso en la UTAL, dd.dd en dictadura.

Ricardo Aurelio Troncoso Muñoz fue militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, profesor de Biología licenciado en lo que hoy conocemos como campus Lircay de la Universidad de Talca, además de haber cursado su enseñanza secundaria en el histórico y tradicional Liceo de Hombres, actualmente Liceo Abate Molina.

El 15 de agosto de 1974, junto a otros 5 compañeros, los hermanos Hernán Galo y María Elena Inostroza Suárez, Elsa Victoria Leuthner Muñoz -detenidos desaparecidos hasta la fecha- y Rosetta Pallini (quien falleció en agosto de 1975, en el exilio) junto al pequeño hijo de ésta, de cinco meses de edad, todos los cuales compartían el departamento donde fueron aprehendidos en una operación conjunta entre la DINA y Carabineros de Chile, posteriormente conducidos a los recordados sitios de torturas “Londres 38” y “Cuatro Álamos”, siendo visto por última vez un 30 de agosto, desconociéndose desde entonces su paradero.

Los culpables

Recién en 2007 la Corte Suprema rechaza un recurso de casación y emite un fallo que desestima la Ley de Amnistía y la prescripción. La Sala Penal condenó a cuatro integrantes de la Brígada Caupolicán de la Dina por el secuestro de cuatro integrantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en agosto de 1974 y que fueron sacados desde un departamento en el centro de Santiago.

La Corte Suprema ratificó una condena de 10 años y un día de presidio a los integrantes de la Brigada Caupolicán de la disuelta Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) por la desaparición de cuatro militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) ocurrido en agosto de 1974.

En fallo unánime la Sala Penal confirmó la pena dictada en contra del coronel (R) Marcelo Moren Brito, el brigadier (R) Miguel Krassnoff Martchenko, el suboficial (R) Basclay Zapata y el agente civil Osvaldo Romo Mena por los secuestros calificados de Ricardo Aurelio Troncoso Muñoz, Hernán Galo González Inostroza, María Elena González Inostroza y Elsa Victoria Leuthner Muñoz, Reyes, quienes fueron el 15 de agosto de 1974 por distintos puntos de la capital.

El fallo ratificó el dictamen del ministro de fuero Joaquín Billard Acuña dictado en abril de 2004 y que no había sido modificada por la Corte de Apelaciones de Santiago, aplicando una vez más en el criterio del máximo tribunal del país de acoger los Convenios de Ginebra para los casos de violaciones a los derechos humanos cometidos en la dictadura y desestimando de ese modo las figuras de la amnistía y la prescripción.

“No es dable que los mismos que se asilaron en las ventajas que les concedía la referida declaración de estado de guerra, establecido por el único instrumento legislativo disponible luego de haberse producido el quebrantamiento de la institucionalidad constitucional vigente hasta entonces, pretendan ahora desconocer su valor para ignorar las sanciones que a las transgresiones de las leyes de tal estado y los cotos que a la autoexoneración respecto de ellas imponen los Convenios de Ginebra y los otros instrumentos internacionales ya entonces en vigor sobre la materia”, dice el fallo redactado por el ministro Jaime Rodríguez Espoz y que tiene más de 70 carillas y 90 considerandos.

Agrega que “si valiéndose de la superioridad de la fuerza se consagró un estado de guerra para facilitar la lucha contra los que se oponían al gobierno militar, hay que estarse también a las consecuencias que se siguen de haber vulnerado la normativa que regulan los conflictos bélicos en relación con el tratamiento de los combatientes, a los que ya no se podía considerar como delincuentes comunes y, mucho menos, hacer víctima de represiones brutales como aquella de que dan cuenta los antecedentes de este proceso”.

De los sentenciados sólo el suboficial Zapata, conocido como El Troglo, no se encuentra cumpliendo prisión por alguna condena anterior por violaciones a los derechos humanos, por lo que una vez que los expedientes sean remitidos a primera instancias deberá ingresar a uno de los dos recintos penales especiales para militares que se ubican en la Región Metropolitana.

Ricardo Aurelio Troncoso Muñoz, Hernán Galo González Inostroza, María Elena González Inostroza y Elsa Victoria Leuthner Muñoz, Reyes fueron detenidos el 15 de agosto de 1974 en un allanamiento realizado por agentes de la DINA en el departamento ubicado en calle Bueras 172, Departamento D de Santiago y conducidos a los recintos de reclusión de Londre38 y Tres y Cuatro Álamos desde donde se les perdió el rastro.

La Carta “he decidido abandonar el asilo y unirme a la lucha clandestina por la liberación de nuestro pueblo.”

Al abandonar su asilo en la embajada de México, el joven Ricardo Troncoso envía una carta a sus compañeros y compañeras dando a conocer su deseo de unirse a la resistencia, invitando a otros también a hacerlo, contra la dictadura cívico militar encabezada por la junta de gobierno que diera el golpe de Estado en 1973, motivado por sus convicción revolucionaria, consciente de la necesidad de continuar la lucha dentro del país, para liberarlo no solo de la represión dictatorial, sino que también de las condiciones en que vivía el pueblo, sin importar los riesgos, pues no se podía “dejar de lado el compromiso que una vez tomamos y que hoy ha sido sellado con sangre, sangre obrera, sangre campesina, sangre indefensa, sangre inocente, sangre de compañeros amados y heroicos hasta la muerte.”

“1° de Marzo de 1974

Compañeros y camaradas:

Les escribo estas palabras porque siento la necesidad de dejar en claro ante ustedes las razones que tiene para tomar este camino y además porque tengo la esperanza de que contribuya a hacer renacer en algunos de ustedes que aún están indecisos, la necesidad de concluir lo que aquí acaba de comenzar.

Hoy, tras más de cuatro meses de asilo en esta embajada y a la luz de los acontecimientos posteriores al golpe y después de un exhaustivo análisis, he decidido abandonar el asilo y unirme a la lucha clandestina por la liberación de nuestro pueblo. No es una sed de venganza la que mueve mis manos ahora, es antes que nada como una frialdad, y a la vez un ardor interno que quema mi piel, una necesidad de vivir, de vivir para luchar, de luchar para vencer, de proseguir lo que una vez empezamos y que hoy no podemos abandonar.

Yo que siempre llené mi vida con amor, amor por los explotados, por los hombres desposeídos, hoy siento renacidas fuerzas y aquellas como una sombra inmensa sin límites me embarga y mis ojos se nublan y siento en mi la necesidad de estar con aquellos que deberán soportar la más cruel y sangrienta de las dictaduras.

Todo esto no ha hecho más que reafirmar mi fe en el marxismo – leninismo y tener la confianza de que algún día no lejano la victoria final estará en nuestras manos.

Esta va a ser una lucha ardua, aún quedan muchos por caer, pero venceremos. Algunos nos traicionaron y otros nos traicionaran, pero venceremos. Tal vez se teñirán de sangre como nunca los ríos de esta tierra, pero eso no debe hacernos retroceder. Nuestra bandera será la de tantos chilenos heroicos que hoy se han ido con la noche y cuya sangre palpita en nuestras manos y por sobre todo venceremos porque la historia está de nuestro lado y en nuestros ojos está el fulgor de la justicia. Por eso y mucho más venceremos y siempre venceremos.

Esta carta no es el momento preciso para hacer un análisis político de la situación. Cada uno de ustedes estará haciéndolo y urgará muy dentro de su alma y dispondrá cual ha de ser el camino correcto a seguir.

La mayor parte de la gente que ha partido a cielos ajenos, debo decirlo con tristeza y con pesar, ha abandonado la lucha y su actitud esta peligrosamente teñida de un hálito de traición.

El abandonar esta tierra húmeda y sus montañas no debe significar el dejar de lado el compromiso que una vez tomamos y que hoy ha sido sellado con sangre, sangre obrera, sangre campesina, sangre indefensa, sangre inocente, sangre de compañeros amados y heroicos hasta la muerte.

Aquellos que han de irse sabrán que el verdadero revolucionario siempre, en cualquier lugar en que se encuentre, encontrará porque luchar y sabrá elegir el correcto camino y defender la justicia socialista, sea cual sea el precio que tenga que pagar.

La vida aquí adentro ha hecho olvidar e ignorar en parte las penurias y las dificultades sin límites a que están enfrentados los que aún combaten afuera.

Yo me voy porque siento que seré más útil aquí que afuera de este país. Porque aún queda en mí mucho que entregar y porque hay necesidad de hombres para esta batalla.

Y si he de dejar mi vida en el camino, bienvenida sea la muerte porque no será en vano.

Camaradas, que mis palabras, hoy escritas con mis manos y las de muchos otros penetren en vuestros corazones y siembren en él la semilla de la revolución verdadera.

Por la unidad combativa y sin sectarismo de toda la izquierda.

Hasta la victoria final,

Patria o muerte,

Venceremos.”

(Tomado de memoria viva)
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