Mario Waissbluth vocero de Amarillos x Chile, afirmaba hace unas cuantas semanas, que a pesar de estar de acuerdo con el 90% del texto constitucional iba a rechazar; su compañero de colectividad Cristian Warnken decía unos días después que no estaba de acuerdo con que se entregara el texto constitucional a la ciudadanía, porque las y los chilenos no tenemos la comprensión lectora y educación cívica necesaria para poder entender una constitución. Otras de las grandes figuras por el rechazo son los díscolos de la Democracia Cristiana (partido que va por el apruebo) Matías Walker y Ximena Rincón, y los presidentes y parlamentarios de Chile Vamos y Republicanos (quienes se han esmerado en mantener escondidos a José Antonio Kast, Teresa Marinovic y Sebastián Piñera).
Las grandes críticas que le hacen al texto apuntan al sistema político, a las formas de estado, la plurinacionalidad, y el sistema de justicia, cada una de estas temáticas de relevancia considerable, ya que en estas, se organiza y distribuye el poder (poder que han tenido ellos y sus familias durante décadas en Chile). El gran eslogan de campaña “Rechazar para reformar”, que busca repetir el proceso constituyente para generar una nueva propuesta constitucional, que entregue “unión y paz al país”.
Poco se ha hablado, cuanto durara este nuevo proceso constituyente y las consecuencias que traería. Para tener en consideración, el proceso actual en Chile ha durado 34 meses (15 nov 2019 – 4 sep 2022). El cual ha contemplado: las definiciones y delimitaciones del proceso, plebiscito de entrada, elección de constituyentes, elaboración de la propuesta constitucional, y plebiscito de salida. Es decir, si gana el “Rechazar para reformar” y tenemos suerte, podríamos tener una nueva constitución a finales del 2025, principios del 2026.
Mientras tanto en Chile, la coyuntura política-social se centra en los conflictos de seguridad, y la cuestión económica (excepto en las Condes donde se hacen grandes filas para entrar a las nuevas tiendas internacionales que se abren), y pareciera ser que se olvida algo importante, los grandes problemas estructurales que tiene nuestro país y que en 2019 pusieron en jaque la institucionalidad y la paz social.
¿Quiénes tienen tanta paciencia, para darse el lujo de aplazar 3 años más la solución de los grandes problemas estructurales que tiene el país?
Pareciera ser, que aquellos que tienen para pagar educación y salud de calidad, vivienda y no se tienen que preocupar de la pensión al final de su vida, tienen tiempo y paciencia para hacer todos los procesos constitucionales que estimen convenientes, hasta que logren una constitución que les acomode. Ahora, aquellos que ya están cabreados con los abusos de este sistema y sus políticos ¿tendrán la paciencia necesaria para esperar las grandes transformaciones que necesitan?
En Chile, el que tiene plata hace lo que quiere, y se puede dar el lujo por ejemplo, de intentar repetir procesos constituyentes, pero cuidado con la memoria frágil, no vaya a ser que les explote un estallido en la cara.
Ricardo Venegas Lara, Ing. comercial, activista social.