Sin duda que el momento político, desde octubre del año pasado, es algo fuera de lo común, un momento que puede ser la antesala de importantes cambios a nivel institucional y cultural. En la historia del país ya ha habido momentos así, de grandes huelgas y revueltas populares, periodos de crisis política debido al mal funcionar de los órganos del Estado y las demandas ciudadanas por un mejor vivir. En los últimos años son varias las expresiones de este malestar, solo por mencionar algunas movilizaciones tenemos las estudiantiles de 2006 y 2011; el movimiento No + AFP; el gran paro de profesores de 2019; múltiples protestas locales en la última década, como en Aysén, Freirina, Chiloé, Petorca, Quintero, entre otros; y, entre las más potentes, el movimiento feminista durante varios años. Junto con esto, inevitablemente, aparecen nuevos actores políticos o reaparecen otros más antiguos: nuevos partidos, movimientos, organizaciones, etc. En mayor o menor medida esto ya es sabido y nos podemos hacer una idea de los cambios que está viviendo el país. Pero, ¿qué está pasando en el Maule sur en este momento? ¿Se puede aplicar el mismo diagnostico que para el resto del país?.
A grandes rasgos el problema de fondo parece ser el mismo: en lo económico gran desigualdad, endeudamiento y carencia de derechos básicos de calidad; en lo político la desconexión entre ciudadanía y sus representantes, clientelismo, corrupción y predominio de los sectores tradicionales beneficiados por el binominal (o sea, la derecha tradicional y la ex concertación). En el fondo no es otra cosa que las consecuencias del sistema neoliberal impuesto hace 40 años y que afecta a todo el país.
Pero este modelo económico y político tiene expresiones concretas en el territorio, donde la principal es propiciar las actividades económicas agroindustriales, forestales y energéticas a gran escala, pensadas principalmente para el abastecimiento de los grandes mercados mundiales. Este proceso de transformación de las últimas décadas ha sido impulsado por las elites regionales y nacionales, pero fuertemente resistido por las comunidades locales debido al impacto en sus modos de vida y en el medio ambiente. Ejemplo claro de ello fue el exitoso Movimiento en Defensa del Achibueno ante la amenaza de centrales de paso, otro ejemplo ha sido la resistencia de comunidades rurales de San Javier ante la instalación de la chanchera, o Codac Cauquenes ante la llegada de mega empresas avícolas, e incluso se creó la Coordinadora en Defensa del Maule Sur, entre otros ejemplos. Así mismo, hoy se comienza a ver con mayor preocupación el bajo caudal hídrico de los principales ríos de la zona producto del acaparamiento empresarial y la amenaza latente de grandes proyectos mineros en la precordillera.
Estas movilizaciones en defensa del territorio, la identidad y la dignidad han sido experiencias organizativas que en algunos casos y con el tiempo, han derivado en proyectos colectivos institucionalizados que buscan proteger el medio ambiente a través de la educación en temas de manejo de residuos, conservación, reforestación con bosques nativos, agroecología, impulsando también actividades económicas amigables con el entorno, como la apicultura e incluso actividades turísticas. Ejemplos de esto hay varios, en Linares, Longaví, Colbún, Cauquenes, San Javier se pueden encontrar en forma de ONGs, corporaciones, fundaciones o centros culturales, otras aun como organizaciones de hecho.
El desarrollo de estas organizaciones sociales se vuelve más interesante cuando, desde la revuelta de octubre del año pasado, se puede ver que las principales organizaciones e individualidades que sostuvieron las movilizaciones a nivel local, en parte importante, eran las mismas que impulsan los proyectos antes mencionados. Asambleas locales, ollas comunes, charlas informativas, etc. requerían ciertas experiencias y organización previa. Las ciudades de la zona son pequeñas, la gente se repite. No hay duda de que se comparten ciertas características, principios y valores, como la presencia de prácticas de democracia directa y participativa, trabajo de base, conciencia y autonomía territorial, solo por nombrar algunas de manera muy general.
Teniendo en cuenta todos los proyectos antes mencionados y la falta de una expresión política formal producto del desentendimiento de los partidos tradicionales, más el ejemplo de otras ciudades del país, se han comenzado a articular movimientos ciudadanos de base que abiertamente y desde la independencia partidista apuntan a llegar a los gobiernos locales o puestos de representación. Los casos más claros son la Alcaldía Territorial de Linares y Cauquenes Ahora, además de algunos nombres ligados a los movimientos sociales que suenan como posibles constituyentes. Por esto, la coyuntura electoral de 2021 pone un gran desafío a las fuerzas político-sociales locales que buscan la transformación del modelo, el desafío remite a la pregunta de siempre: ¿Qué hacer?; ¿La institucionalidad permite llevar a la práctica estos proyectos? ¿Dónde se deben enfocar las fuerzas? ¿Basta con la propia comuna? ¿Cómo fortalecerse mutuamente? ¿Cuánto confiar en partidos políticos que, supuestamente, también buscan la superación del neoliberalismo? ¿Cómo articular múltiples organizaciones y territorios? ¿Qué riesgos se deben asumir?-
Si bien hay muchas dudas e incertidumbres, algo positivo pareciera ser que las ideas fundamentales a seguir para la región están más o menos claras, de hecho las organizaciones y movimientos parecieran tener más lucidez que los propios partidos políticos de carácter nacional, en los cuales muchas veces se discute más sobre nombres y cuotas de poder en vez de ideas y la forma de llevarlas a cabo. A pesar de ello, no se puede desconocer que en las últimas movilizaciones también se han visto espacios en que conviven independientes junto a bases militantes de algunos partidos y, tampoco, que la correlación de fuerzas a nivel nacional inevitablemente tiene impacto en lo local. El problema, más bien la incompatibilidad, con los partidos pareciera ser la desconfianza que generan las decisiones tomadas a nivel central, en Santiago o Valparaíso.
Como opinión personal, y desde una mirada en perspectiva, si se analizan los últimos años se puede ver que se está ante un proceso de aprendizaje organizativo y de maduración política de carácter colectivo, que obviamente no es exclusivo de la región. Sería un error analizar esto como esfuerzos aislados, todo lo contrario, se debe comenzar a impulsar espacios de encuentro en todos los niveles: barriales, comunales, provinciales e interprovinciales que, primero, permitan a los actores conocerse y superar desconfianzas basadas en egos particulares, y luego permitan construir una articulación que fortalezca los proyectos de cada territorio y, a la vez, construya uno de carácter regional en el cual también participen actores históricamente relegados como pueblos originarios, campesinos y pescadores.
¿Por qué las organizaciones sociales no podrían asumir el protagonismo político y social que han tenido en el último tiempo? ¿Por qué no pensar en articular seriamente los movimientos y organizaciones locales? ¿Por qué no ponerse a disposición, como fuerzas independientes, de los proyectos de alcaldías ya levantados en Linares y Cauquenes? ¿Acaso no han sido las organizaciones de base las que han tenido real capacidad de convocatoria? ¿Acaso no se podría levantar una lista independiente a la convención constitucional? ¿Acaso sería imposible llegar a acuerdos? ¿Acaso no se podrían juntar las firmas necesarias entre las 11 comunas del Maule sur? ¿Acaso los partidos que se declaran anti neoliberales (FA y Chile Digno) no podrían abstenerse, por una vez, de llevar listas propias y apoyar una independiente en el distrito 18? Todo esto es materia de discusión, pero lo que parece estar claro por ahora es que las asambleas y cabildos deben seguir, que pese a la pandemia deben existir grados de movilización por parte de la ciudadanía para evitar que, al igual que todas las veces anteriores, la redacción de una nueva constitución sea acaparada por las elites políticas y económicas.
Lo que está en juego no son solo candidaturas y cargos administrativos, es el futuro de nuestra zona, de estas ciudades que están en acelerado crecimiento, el futuro de los ríos y montañas, del suelo, del mar, del agua, nuestro futuro ¿hacia dónde avanzar como territorio en los años que vienen? ¿Por qué no proyectar la siguiente década? Y por cierto que en la parte norte de la región la situación es similar, hablar del Maule sur responde simplemente a acotar el territorio, pero también hay problemas relacionados al extractivismo y a la agroindustria en Los Queñes o en Teno; se levantó el proyecto de Alcaldía Ciudadana en Curicó; varias y diversas organizaciones se intentan articular en Talca. Las fuerzas están. Y lo mismo ocurre en el resto del país e incluso en Latinoamérica. Son tiempos de cambios que requieren sumar la mayor fuerza posible, poner en práctica mecanismos novedosos y originales, poner a disposición todos los conocimientos y aprendizajes, y sobre todo grandes grados de humildad, solidaridad y apoyo mutuo.
Claudio Peña Bravo
Profesor e investigador