“Ya no tengo miedo (…) Yo fui abusada sexualmente por una monja en España, que también era chilena y superior a mí, varias y repetidas veces. Y todos sabían y me hicieron callar. Me hicieron sentir a mí que era culpable de todo. Pero ahora comprendí que esta es una historia que yo viví, que es mía, y que no soy la única”.
Así relató su crudo paso como religiosa en la Iglesia Católica Consuelo Gómez, quien a los 18 años entró a las Hermanas del Buen Samaritano en Molina, Región Del Maule, en donde incluso señala que tuvo que atender a sacerdotes acusados de abuso sexual.
El testimonio de la ex monja fue motivo para que la congregación decidiera pedir perdón “Pedimos perdón a Consuelo Gómez Pinto, nuestra hermana en Cristo. Lo pedimos con humildad y sabiendo que esta petición por sí sola no repara el daño causado”, el comunicado fue subido a la página web de la Conferencia Episcopal.
Además en el si bien señalan que “conocían los graves hechos” denunciados agregan que “las medidas que tomamos y la actitud que tuvimos entonces no estuvieron a la altura de nuestra misión”. Por ello se comprometen ahora a ”
El relato de Gómez que desnuda más hechos de abuso sexual al interior de la Iglesia .
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Fue en Emol en donde la ex monja dio a conocer su denuncia En contra de la congregación religiosa que en la región se decía a atender enfermos.
“No nos dejaban pensar por nuestros propios medios, y casi no podíamos sentir, porque nos ordenaban todo”, comienza su relató.
Si bien al principio todo era “color de rosas” con el paso de los años las cosas cambiaron. “No podíamos hablar con gente de afuera, porque nos decían que eran amistades particulares y que no correspondía. Siempre, todo lo que hacíamos, era con miedo” relata añadiendo que las visitas eran de una vez al mes y de no más de un par de horas.
También contó como fue el trato cuando recibió la dura noticia de la muerte de su abuelo, hecho que causo depresión en ella pero que no fue comunicada a su padres los cuales sólo aparecieron para llevarla al médico pues tenia “herpes en todo el aparato digestivo, comenzando con la boca, y jamás me llevaron al médico, sólo me tenían con suero y medicamentos a su parecer”.
Sobre su diario vivir señala que “Ahí sí que el trabajo era de verdadera esclava” sin derecho a descansar bajo la constante amenaza de recibir retos y más retos si no obedecía. Esta rutina le provocó crisis nerviosas y caer en la anorexia.
Pero eso no fue todo lo que debió soportar, relató también que en Chile y España eran objetos de contrastes revisiones, incluso de su ropa interior “Por lo mismo había mucho acoso de los sacerdotes, capellanes y directores espirituales, muchas tocaciones indebidas. Se les iban las manos hacia zonas que no debían”. Incluso, en un momento pensó en suicidarse porque “no podíamos decir nada porque nos hacían callar todo lo que viéramos y viviéramos”.
“Empecé a tener consciencia de que no estaba bien cuando llegué de España, el 2008” señaló, pero que sin embargo decidió continuar, momento en que fue enviada a trabajar en la Nunciatura Apostólica, en Providencia.
En aquel lugar permaneció por tres años aproximadamente, en los cuales continuó la rutina de los trabajos sin descanso en donde debió realizar tareas que nunca olvidaría “Nos tocaba hacerle todo a los curas: levantarnos temprano a preparar el desayuno como ellos querían, hacer el almuerzo como lo pedían, hacerles la cena, limpiar la cocina, tener que acompañarlos. Eran todos muy exigentes”.
En este punto Consuelo señaló: “Ya no tengo miedo (…) Yo fui abusada sexualmente por una monja en España, que también era chilena y superior a mí, varias y repetidas veces. Y todos sabían y me hicieron callar. Me hicieron sentir a mí que era culpable de todo. Pero ahora comprendí que esta es una historia que yo viví, que es mía, y que no soy la única” el hecho que se dio cuando tenía sólo 20 años fue por ella advertida al sacerdote que era director del recinto: “También me hizo callar, por lo mismo, porque me dijo que le iban a dar la razón a ella y no a mí, que yo para él era una simple novicia, y yo, por miedo, no sé a qué, pero por miedo, porque estaba lejos de mi familia, me quedé como parapléjica”.
No fue si no en 2013 cuando todo colapsó mientra tenía una reunión con el nuncio Ivo Scapolo “Pero me puse a llorar, me preguntó qué me pasaba, y le conté todo mi caso, que me sentía pésimo, y todo lo que viví en España”.
Si bien este la entendió otorgándole ciertos apoyos: “Me enviaron al psiquiatra, que sin mayores palabras se dio cuenta de la depresión severa y del trastorno de estrés postraumático que tenía producto de lo vivido en España, de estar guardando todo por más de diez años”. Nunca hizo nada concreto respecto a lo que le dijo que sucedía en la congregación “el nuncio, sabiendo todo esto, no ha hecho nada”.
Finalmente señaló que no sólo en su denuncia hubo vicios, si no que en otra que presenció como con los sacerdotes que recibían en Molina. “Los sacaban de sus diócesis por razones que… bueno… ahora me estoy dando cuenta… y los metían ahí, y estaban en comunidad con nosotras”, entre estos caso recuerda el de Javier Cartes, sacerdote de Curicó que si bien fue condenado por la justicia civil a 5 años de pena remitida por abusos a un menor de 12 años, fue absuelto por el tribunal eclesiástico “A él la Iglesia lo dejó sin hacer misa, pero iba allá y le daba la comunión a los enfermos, celebraba la eucaristía, todo. Y pobre de la que hablara, porque eran capaces de echarla”.