Un 7 de Noviembre nacía Rayen Quitral, la Alondra de Iloca.

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En un nuevo natalicio de la destacada -y quizás para muchos/as poco conocida- cantante lírica María Georgina Quitral Espinoza, nacida en Iloca en la costa de la Región del Maule, el año 1916, recogemos el artículo en conmemoración de los 100 años de su natalicio realizado por Radio Villa Francia el año 2016.

Conocida por su seudónimo -en voz mapuche- de Rayén Quitral, nombre que ella adoptó y que significa “Flor de Fuego” y también como “la Alondra de Iloca”. Quitral se presentaba con vestimenta y joyas mapuche, orgullosa de su origen y brillando en los más grandes escenarios donde fue valorada y admirada, cosa que no ocurrió con la misma intensidad en Chile.

Desde pequeña demostró su habilidad artística en el canto, siendo escuchada cuando tenía unos 16 años por un santiaguino, quien se llevó a vivir a Rayen y su madre a Santiago, donde fue conocida por el empresario teatral Ignacio Benítez Gallardo, quien a su vez se la presentó a la profesora de canto Emma Ortíz quien tras conocerla se decidió a  hacerle clases particulares de canto y luego, en 1935, la hizo estudiar en el Conservatorio Nacional de Música.

De ahí, un amplio recorrido por Latinoamérica y Europa, llegando incluso a protagonizar el rol de la “Reina de la Noche” de La Flauta Mágica de Mozart dirigido por el maestro Erich Kleiber, director del Teatro Colón en Argentina, debutando Rayén el 12 de septiembre de 1941 en Buenos Aires, con su impecable interpretación que muestra su coloratura excepcional en el Aria de la “Reina de la noche” (“Der Hölle Rache”) de la última obra de Mozart.

Poco antes, el 16 de julio de 1942, había debutado en el Teatro Municipal de Santiago, en el rol protagónico de Lucia di Lammermoor. Dos funciones de esta ópera y un exitoso concierto el día 31 de julio constituyeron el aporte de Rayén a esa temporada lírica.

Después de cantar en el Teatro Colón, Rayén Quitral realizó largas giras de conciertos, cantando en las principales ciudades de las provincias argentinas. Regresó a Chile en febrero de 1943 con recitales en Valparaíso y Viña del Mar.

A pesar del éxito, Chile no quiso o no supo explotar la riqueza de Rayén Quitral en su mejor época. Su contribución a la ópera nacional en treinta años de carrera artística se redujo a una aislada función de Rigoletto, al término de la temporada, el 16 de octubre de 1943, junto al tenor Bruno Landi y el barítono Daniel Duno.

Siguieron conciertos en Uruguay, Perú, Brasil, Cuba, Estados Unidos (donde fue ventajosamente contratada por el empresario Sol Hurok) y Canadá.

En Nueva York fue acogida en la casa del célebre pianista chileno Claudio Arrau. Éste le ofreció su casa y además se preocupó personalmente de pulir ciertas vulgaridades en su interpretación y musicalidad. Cuando Arrau creyó que su alumna estaba lista para cantar en un escenario, logró sin grandes problemas una audición para el Metropolitan Opera de Nueva York. Antes de dirigirse al teatro, Arrau, una vez más le hizo hincapié en lo que le había enseñado.

El 21 de noviembre de 1944 tuvo lugar la audición. Rayén cantó el aria de la Reina de la Noche de La flauta mágica y la Escena de la Locura de Lucia di Lammermoor. Los archivos del Metropolitan Opera registran lo que sigue: “Extraordinary voice, was so nervous that she was unmusical, undisciplined. Needs much work” (“Voz extraordinaria. Estaba tan nerviosa que se mostró antimusical, sin disciplina. Necesita trabajar mucho”). Si bien Arrau quedó molestó por este traspié, siempre valoró la calidad musical de Quitral.

En 1945 viajó a México y obtuvo uno de los mayores éxitos de su carrera al participar en el ‘estreno’ en Ciudad de México de la ópera El rapto del serrallo, de Mozart. Se dieron dos funciones, los días 14 y 16 de agosto de 1945, en el Teatro de las Bellas Artes. Rayén cantó el rol de Konstanze y a su lado estuvieron el tenor Romulo De Spirito (Belmonte), la soprano Ruby Mercer (Blonde), el bajo Salvatore Baccaloni (Osmin), el tenor Carlos Sagarmínaga (Pedrillo) y el bajo Gilberto Cerda (Selim). Dirigió el maestro Walter Herbert.

En su libro Cincuenta Años de Opera en México, Carlos Díaz Du-Pond la describe así: “…una chilena con una voz fabulosa de soprano que pudiéramos llamar ‘única’, pues tenía una extensión fenomenal”. Rayén Quitral se radicó por varios años en la capital mexicana, donde cantó en radio auspiciada por la Lotería Nacional.

En 1949 volvió a Chile para tres conciertos en el Teatro Municipal y presentaciones en Radio Sociedad Nacional de Agricultura. El 19 de septiembre de 1949 dio un concierto en el Teatro 18 de Julio de Montevideo, acompañada al piano por Darío Sorin. Luego vinieron conciertos en Francia y en Italia. El 30 de abril de 1950 se presentó en un concierto en el Teatro della Pergola, en Florencia. La crítica de Il Mattino dell’Italia Centrale dijo que “… el público aplaudió vivamente”, pero agregaba: “… no ha confirmado plenamente todavía la bella fama con que era anunciada al público florentino. La entonación no es siempre segura….”.

El 6 de enero de 1951 tuvo lugar su ya legendario debut en el Royal Opera House Covent Garden de Londres, con la ópera La flauta mágica. Se dieron cinco funciones, los días 6, 17 y 26 de enero; y 7 y 19 de febrero, y la obra fue cantada en inglés.
Quitral vuelve a Chile y el 3 de septiembre de 1951 dio un concierto en el Teatro Municipal acompañada por Carlos Oxley al piano, pero los críticos chilenos, haciendo gala de severidad, le criticaron su “vulgarismo” y su “despliegue de sonoridad”. El 10 de octubre del mismo año se presentó en el Teatro Central en un concierto a beneficio de la Universidad Popular Juan Enrique Concha. Luego parte a una gira fuera de Chile.

Tras una ausencia de dos años, en 1953 regresa a Chile para grabar diez temas para el sello verde de RCA. Estos cinco discos 78 rpm, más los dos grabados en 1938 en Argentina, son su única herencia fonográfica. A fines de ese año dio un único concierto en el Teatro Municipal.
También en 1954 recibió la distinción del “Caupolicán”, como la mejor cantante lírica nacional, premio que otorgaba anualmente la Asociación de Cronistas de Cine, Teatro y Radio.

En 1956 obtiene una beca del gobierno alemán para estudiar en el Deutsche Akademische de Hamburgo. Obtiene el primer premio en el Conservatorio de Bonn.

En 1956 el gobierno alemán le otorgó a Rayén Quitral una beca para perfeccionarse en el Deutsche Akademische de Hamburgo. Son tres años de estudios y estrecheces. Compra un piano y para poder pagarlo tiene que fabricar empanadas y ver la suerte (tarot). Incluso no tiene luego dinero para volver a Chile. Obtiene el primer premio en el Conservatorio de Bonn, como la mejor intérprete de Wagner y Lieder, y en marzo de 1960 vuelve a Chile, convertida en una soprano dramática. Sin embargo, su voz ya no era la de antes.
No obstante su éxito en Alemania, tiene que pagar diez mil pesos a un diario para que publique la noticia de su regreso a la patria. Poco después enferma de gravedad en Santiago y los artistas chilenos deben hacer un festival para costear las operaciones y medicamentos. Finalmente, el gobierno chileno le otorga una pensión vitalicia para que pueda vivir, sino con holgura, al menos con dignidad.

A partir de 1961 sus actuaciones fueron pocas y, triste es reconocerlo, sin mucho éxito ni de crítica ni de público. Esporádicas intervenciones radiales y algún que otro concierto parecen haber sido las máximas oportunidades que Chile brindó a esta gloria nacional.

En marzo de 1967, treinta años después de su debut, dio su adiós definitivo a la escena, con una serie de recitales en el Teatro Municipal de Viña del Mar y en el Casino de la misma ciudad.

En los últimos años de su vida se desempeña como profesora de Coros en el ‘Open Door’ (hospital psiquiátrico) y en el Sanatorio El Peral. También imparte clases de música en escuelas industriales y liceos fiscales de Santiago. En 1975, en el Acto de Graduación de las alumnas del Liceo N° 26, Rayén Quitral alzó su voz, una vez más, para cantar en el Teatro Gran Palace ‘El copihue rojo’. Fue su canto de cisne.

En su vida privada, Rayén Quitral no tuvo suerte. De su unión con el chileno-alemán Hans Krefft, quien la protegió y cultivó en sus primeros años de carrera, tuvo un hijo, Jorge Krefft Quitral, que falleció de cáncer en 1974, a los 36 años de edad.

En Buenos Aires, alrededor de 1938/39 se enamoró y se casó con el administrador teatral argentino Salvador Saldías. Juntos viajaron a Estados Unidos y México. Y fue en este último país en que Saldías la abandonó, llevándose todo el dinero que Rayén había logrado reunir por sus presentaciones. El divorcio tuvo lugar en 1947. Según el investigador peruano Alejandro Yori, a partir de ese momento Rayén se dedicó a una vida disipada sin control alguno.

Sus desilusiones artísticas y familiares, la soledad en que vivía, las dificultades económicas que enfrentaba, la llevaron poco a poco a un derrumbe físico prematuro. Afectada del corazón y padeciendo una aguda afección hepática, con hemorragia digestiva, que no quiso curarse a tiempo, debió internarse de urgencia en el Hospital San Juan de Dios, el día 4 de octubre, donde 16 días después, el sábado 20 de octubre de 1979, a las 11:55 a.m. Rayén Quitral, ‘La flor de fuego’, se extinguía para siempre.

La prensa, que tan esquiva le fue en los últimos años, cubrió ampliamente este triste final. Rayén pidió expresamente que no hubiera periodistas en su funeral. Después de una misa celebrada el domingo 21 de octubre, en la Basílica de la Merced, sus restos fueron llevados al Cementerio Metropolitano de la capital, donde Rayén descansa para siempre.

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