“Y nos fuimos caminando tras la columna, que con pancartas, banderas rojas y gritos querían acabar con la porfía y las gentes nos miraban confundidas, no sabía bien si por no estar en medio de nuestra protesta o bien porque les molestaban nuestros decididos pasos. Y los perros nos movían su rabo asegurando un cariño. De todas las calles de la ciudad aquella era la más divina, y las calles de todos los barrios y de todas las villas. Voy a escribir así, todas las canciones empezando por las que hablan de amor; de amor venido, de amores idos, de amores leales de desamores. Voy a escribir todas las canciones de libertades, de silencios, de desguerras…”
Estaba escuchando con un par de potentes audífonos: O Fortunata obertura de la obra Carmina Burana, cuando un profesor del liceo me tocó el hombro y me preguntó: que qué opinión me merecía el Simce(Sistema de Medición de la Calidad de Educación). Lo primero que respondí es que “Es lógico que en un país como el nuestro, en donde el estado se fundamenta en una economía llamada “social” de mercado, que de mercado tiene todo pero de social nada, el derecho a la educación también es un bien transable por lo tanto ella está intervenida por este principio que rige a severidad nuestra vida ciudadana como habitantes de una república que en el papel, la definieron los oligarcas y tras muchas revueltas civiles como una república “unitaria”. Hasta ahí mi respuesta daba evidencias que dicho sistema de medición, no hace más que profundizar en el modelo económico imperante impuesto a sangre por el pinochetismo más conservador y ultraderechista, que los posteriores gobiernos de la concertación y la derecha no hicieron más que perfeccionar para segregar a toda la población chilena.
Mis reflexiones no se quedaron solamente en eso y continué; El Simce es un sistema común de discriminación educativa, hecha a todos y todas las estudiantes de colegios particulares, particulares subvencionados, escuelas y liceos públicos, de forma estandarizada, es decir que para todos y todas las estudiantes es la misma pregunta con una respuesta tipo orientada, hacia la instrucción y no hacia la reflexión; para orientarnos mejor voy a citar a Gramsci, quien nos revela que la educación se hace hegemónica cuando se esperan las mismas respuestas para una misma pregunta y que ésta a su vez responde al concepto de una economía de mercado. ¿Qué significa entonces para la educación chilena de calidad el Simce?, nada, pues las respuestas finalmente serán únicamente el reflejo de que un niño o niña de una escuela que vive el hacinamiento, la pobreza, con un entorno social disrruptivo, sin árboles en las plazas, días de esparcimiento, en donde abundan los basurales, en donde la cultura y el arte les son esquivos, la respuesta esperable por el sistema, no será igual a la de los niños y niñas que viven en sectores más acomodados y cuando hablo de sectores acomodados no me refiero a aquellos barrios, villas o condominios en donde se tienen 4 o 5 autos por cada morada, sino que a colegios subvencionados o particulares en donde los y las estudiantes viven en entornos menos congestionados, con una “instrucción” destinada a dar respuestas esperadas y que se les prepara para ello, en establecimientos en donde a los y las docentes se les exige a razón de despedido obtener altos puntajes en esta prueba estandarizada que no refleja en ningún caso la formación de nuestros niños, niñas y adolescentes. Una calidad supeditada al logro económico por prueba. Así, la dirección que ésta toma, el Simce, es justamente el de cuantificar al individuo educable sin interiorizarse en sus diferencias , lo que finalmente es un derecho se transforma así en un “privilegio”. Un sistema que por largos años ha perfeccionado el individualismo y la competencia desmedida segregando aún más esta sociedad nuestra que ideó, la más turbia de las derechas latinoamericanas, la pinochetista, olvidándose enteramente de la palabra “formación”.
Sin lugar a dudas y haciendo un poquito de historia, el pinochetismo no pretendió solamente vender a ultranza todas las riquezas naturales de todas y todos los chilenos ganadas fallidamente tras el proceso revolucionario de Salvador Allende, para que unos pocos se privilegiaran costeado con el esfuerzo de todos los chilenos y chilenas. La educación en escuelas, liceos, colegios y universidades eran esenciales para instalar en Chile el modelo competitivo que lo único que pretendía era tener mano de obra calificada para las familias acaudaladas dueñas de todas las empresas nacionales asociadas con transnacionales.
Alejandro Alarcón, Profesor de Artes